Santiago 1: Pruebas y obediencia

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”.  ¿Está hablando en serio?  ¿Qué este gozoso cuando estoy en pruebas?  Yo no quiero pruebas.  Yo no quiero tener problemas.  Yo no quiero pasar por dificultades pero sin embargo, Santiago me dice que este contento y que me sienta dichoso.  Esto es como la vida al revés.  Nuestra naturaleza nos impulsa a huir de los problemas, alejarnos de ellos lo más posible, solo enfrentarlos cuando no nos queda mas remedio, pero sin embargo aquí se nos dice que nos sintamos contentos porque a través de ellos voy a desarrollar paciencia.  Esa paciencia o habilidad de soportar las dificultades, me va a ayudar a madurar, a crecer, para que al final pueda ser mejor hombre y mejor cristiano.  Se entiende el por qué muy bien con la mente, pero preferiríamos otro camino.

Tal vez soy como las cuerdas de un instrumento musical.  Para éstas emitir sonido, necesitan estar atadas en ambos extremos y vibrar en un espacio limitado.  Si se les suelta, no van a emitir ningún sonido.  Solamente hay música, si están limitadas.  Así tal vez sucede con mi vida.  Solo soy capaz de producir una buena melodía si vivo mi vida de manera restringida.  Las pruebas son las que ponen esas limitaciones que finalmente resultan en una dulce canción.

Este Santiago es directo, no se va por las ramas.  Para él es sencillo, si necesitas sabiduría, pídesela a Dios, él te la va a dar.  Es interesante el “twist” que Santiago le da.  El dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.”  Si pides, hay, pero solamente si lo haces con la seguridad de que Dios te lo va a dar.  O sea, no dudes.  Tal vez en el área de sabiduría no es tan difícil creer pero ¿qué cuando es un milagro o prodigio?  Bueno, ¿quién dijo que esto era fácil?

Santiago es claro cuando nos dice que si resisto la tentación, recibiré la corona de vida (vida eterna, salvación) de parte de Dios.  Esto me estimula a ser fiel porque sé que hay recompensa al final.  ¿Y si no sé como resistir la tentación?  Sencillo, pide sabiduría, creyendo, que él te la dará para que lo figures.  Santiago procede a darme un flujograma de la tentación y su resultado.  Primero, una nota aclaratoria, Dios no me tienta a mí como nada puede tentar a Dios.  Con eso clarificado, vemos el diagrama de flujo de la siguiente manera:

mis malos deseos  – – – -> pecado nace – – – -> resulta en muerte (espiritual)

¿Dónde está el secreto?  Tal vez es dejar que su Espíritu Santo tome, paulatina pero firmemente, control de mi vida para que mis malos deseos vayan desapareciendo y así el pecado no tenga oportunidad de nacer.  Tal vez es cuando me canso de luchar y le digo a Dios: “No puedo, toma el control, no quiero pecar y fallarte, ayúdame a servirte con un cuerpo y una mente que estén sometidas por completo a tu voluntad”.  Al fin y al cabo, ¿acaso no todo lo bueno y perfecto viene de él?

Tengo que aprender a ser hacedor de la palabra.  Puedo leer, estudiar, meditar pero si al fin y al cabo no pongo en práctica lo aprendido, he perdido mi tiempo y estoy encaminado a condenarme eternamente. Santiago me dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”  ¿Qué tengo que hacer para no engañarme?  Simplemente mirar mi vida contra el espejo de la Palabra de Dios.  Así voy a saber que tengo que corregir o mejor dicho, que tengo que dejar que Dios corrija en mí, para convertirme en hacedor, alguien que no solamente sabe de la Biblia, sino que la práctica, “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”  ¡Señor, ayúdame no solo a leerla, sino a entenderla, practicarla y vivirla!

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