Esta es la parte donde vamos a comenzar a ver las enseñanzas de Jesús. Mil sermones se pueden sacar de aquí y probablemente no serían los suficientes para poder explicar todas las cosas que podemos aprender del Sermón del Monte. Como solamente estoy ojeando las escrituras, vamos a ver que puedo aprender y meditar hoy.
En algunas versiones de la Biblia, la palabra griega “makarios” que aquí se usa como bienaventurados, se traduce como afortunados, dichosos o felices. El hecho es que Jesús comienza describiendo características o conductas que nos van hacer afortunados o dichosos. Desde pobres en espíritu (reconocen su necesidad espiritual y confían totalmente en él), los que lloran (sufren), mansos (humildes), tienen hambre y sed de justicia, misericordiosos (compasivos), limpio corazón (puros), pacificadores (los que trabajan por la paz) y los que padecen persecución, todos ellos, por ser así, van a ser felices. Todo esto esta contrario a lo que el mundo me enseña. Por más que lo trate de acomodar a mis patrones mentales, esto no hace sentido en términos humanos. ¿Cómo uno puede ser feliz cuando “por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”? Jesús mismo da al racional cuando nos dice que vamos a recibir un gran premio o recompensa en el cielo y que estamos en una gran compañía de gente (profetas) que les pasó lo mismo antes de nosotros. Esto me enseña algo, si mi vista está en el hoy, esto no necesariamente me excita, pero si mi vista esta en la eternidad, esto me motiva y me hace sentirme dichoso. ¿En donde está mi horizonte, en los próximos diez años o en los próximos mil? ¿Entiendo que estoy sembrando por la eternidad? ¿Comprendo que solo soy peregrino y extranjero en esta tierra, que mi patria está en el cielo con Dios? De acuerdo como conteste esas preguntas, determinara cuan feliz seré aquí y como viviré mi vida en los años que me queden en este lugar.
Soy sal y soy luz. No me siento así todos los días pero sé lo que tengo que hacer. Sé que mi conducta debe ser como una luz que ilumine y muestre como se obedece a Dios. No es fácil, pero es necesario. Tengo que hacer buenas acciones, vivir ejemplarmente, no para mi gloria, sino para la gloria de aquél que murió por mi en la cruz. De esa manera, la gente que me vea, alabarán a Dios, porque sabrán que no viene de mí, sino de Cristo que esta en mí. ¡Aleluya! Al ver lo que él hizo por mí en la cruz, que ocupó mi lugar y llevó mi castigo sin merecerlo, eso me motiva a ser sal y ser luz para la gloria de su nombre.
Jesús procede a dejar en claro su relación con la ley de Moisés. Jesús reveló la verdadera intención de la ley del Antiguo Testamento, en vez de dejarse atrapar por sus interpretaciones legalistas. El lo aclara más en el próximo capítulo, pero nos dice que vino a cumplir la ley y darle su verdadero significado. Entonces procede a hablarnos de la ira, adulterio, divorcio, juramentos y culminando en este capítulo con el amor a los enemigos. Es un estándar bien alto, que yo con mis propias fuerzas no puedo alcanzar. Pero gracias a Dios que no se basa en mí, ni en mis habilidades, se basa en Cristo en mí, en el Espíritu Santo regenerando mi vida, mi ser, mis inclinaciones de tal forma y manera que ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Como dijo Pablo, que para mí, el vivir sea Cristo y el morir sea ganancias. De eso es que se trata y así es que yo quiero vivir. ¡Qué Dios me ayude a lograrlo!