Con este pasaje culminaremos la serie sobre la vida de David. En retrospectiva, veo su vida como dividida en dos partes. La primera es ascendente, desde la muerte de Goliat hasta que David se consolida en el trono terminando la guerra civil. La gente esta en paz y comienza a prosperar todo el país. Dios ha prometido ocuparse que los descendientes de David tuvieran un reinado continuo. ¿Qué más podía pedir David? Ahí es donde se descuida. La segunda parte es descendente y comienza el día que no fue a la guerra y camina por el techo de su palacio y ve a Betsabé y la manda a buscar. Para encubrir el adulterio, comete asesinato y todo se convierte en un asunto tan sucio que hasta David lo admite cuando el profeta Natán lo confronta. David se arrepiente pero las consecuencias de lo que hizo lo seguirían el resto de su vida.
El pecado que comenzó con David, sigue como un cáncer con su familia cuando su primogénito Amnón, con la misma debilidad por las mujeres, trajo a su media hermana Tamar a su cuarto y la allí la violó. David se enojó mucho, pero no hizo nada para que Amnón sufriera las consecuencias de lo que había hecho. Tal vez esperaba que se olvidara pero en raras ocasiones el pecado no tiene consecuencias posteriores. Su tercer hijo, Absalón, espera dos años para vengar a su hermana Tamar pero al fin de cuentas mata a Amnón y huye. Nuevamente David se lamenta pero no toma acción. Pasan cinco años y finalmente se reconcilia con su hijo sin que haya juicio ni castigo por la ofensa y el pecado cometido.
Parece que finalmente se acabó todo pero solamente paso que el cáncer se fue a remisión pero todavía estaba allí porque por los próximos cuatro años, Absalón estuvo minando la confianza del pueblo en David hasta que se subleva contra su padre. Así que lo que comenzó con una mirada a una mujer hermosa que se estaba bañando culmina con otra guerra civil afectando a todo el pueblo. Como dice un comentarista “Primero David, luego su familia y después la nación”.
Para David el rey, la victoria sobre Absalón fue una absoluta y decisiva que terminó el riesgo de perder el trono. Pero para David el padre, fue una tragedia de mayores proporciones. Lo peor que le puede suceder a un padre es perder a su hijo o hija. En el caso de David, era el tercer hijo que perdía, el primer hijo de Betsabé, Amnón y ahora Absalón. Por eso David clama: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”
David arreglo sus cuentas con Dios cuando pidió perdón por lo que hizo con Betsabé. Pero eso que hizo lo marcó para el resto de su vida. Esto me debe enseñar la importancia de mantener una vida limpia delante de Dios. Como el cáncer, el pecado hay que atacarlo firme y agresivamente en nuestras vidas antes de que eche raíces y afecte mi familia y aquellos que me rodean. Y cuando falle, porque voy a fallar, tengo que inmediatamente venir corriendo a sus pies arrepentido para reconciliarme y pedirle que me cubra con su gracia y misericordia.